El siguiente texto es una traducción al español del primer gran discurso público de 2025 del Secretario Eecutivo de ONU Cambio Climático, Simon Stiell, en el Instituto Rio Branco de Brasilia, la academia diplomática de Brasil. El discurso, pronunciado el 6 de febrero de 2025, ofrece una actualización sobre el estado de la acción climática global, en este décimo año desde el Acuerdo de París. Las observaciones también describen las prioridades políticas para este año y para la COP30 en la región amazónica, y más allá.
Vea la transmisión aquí (en inglés).
Excelencias,
Amigas, amigos
Permítanme comenzar dando las gracias a mi amigo Embajador André Corrêa do Lago por la cálida bienvenida a Brasilia, y al Instituto y a Itamaraty [Ministerio de Asuntos Exteriores de Brasil] por tenerme el día de hoy aquí.
André, la vasta experiencia, el compromiso y la capacidad que usted -y el Gobierno de Brasil presidido por Lula- aportan a la Presidencia de la COP30 serán cruciales en la lucha mundial contra el cambio climático este año.
Además, eres un experto en el trabajo arquitectónico del brasileño Oscar Niemeyer.
Yo no soy un experto en la materia, pero me han dicho que Niemeyer rompió el molde, en parte alejándose de las líneas rígidas y rectas para abrazar las curvas y la fluidez. Líneas que siguen teniendo un propósito y son muy funcionales, al tiempo que reflejan nuestra humanidad.
Su obra también nos recuerda que el progreso no siempre es una línea recta.
Cuando Niemeyer dibujaba sus planos, no estaba dando forma al futuro, sino al presente.
Él, al igual que la acción climática, llegó para introducir cambios fundamentales en el sistema tal y como lo conocíamos.
¿Hasta dónde hemos llegado desde que 195 países se reunieron hace 10 años para adoptar el Acuerdo de París de la ONU?
En un mundo cada vez más dividido, nuestro proceso ha conseguido ir a contracorriente.
De hecho, sin la cooperación mundial para la acción climática convocada por la ONU -cuyos orígenes se remontan a 1992, aquí en Brasil- estaríamos abocados a un calentamiento global de hasta 5 grados, una sentencia de muerte para la humanidad tal y como la conocemos ahora.
Actualmente estamos en camino de unos 3 grados, lo que sigue siendo peligrosamente alto.
Pero afortunadamente ya hemos entrado en una nueva era.
La fuerza ilimitada de la acción humana se une a las determinantes fuerzas del interés propio.
Los países, al igual que sus ciudadanos, quieren tener agencia y tener los medios para asegurar y hacer crecer sus economías, y elevar el nivel de vida de sus ciudadanos, para que puedan elegir la vida que desean.
Permítanme también recordar las palabras de un sabio y viejo amigo de mi país, Grenada, que me dijo una vez que apostar por los ángeles que llevamos dentro es importante, pero sólo nos lleva hasta cierto punto.
En esta carrera de la vida, dijo, "siempre antepongo el interés propio, lo que me beneficia a mí".
Esta es la razón, por encima de cualquier otro factor, por la que el cambio hacia las energías limpias es ahora imparable: por la colosal escala de oportunidades económicas que presenta.
Porque cuando se invierten 2 billones de dólares en energías limpias e infraestructuras en un solo año, como ocurrió el año pasado, se puede estar seguro de que no se debe a una casualidad. Es el doble de lo que fue invertido en combustibles fósiles. Los inversores saben que la energía limpia tiene mucho más sentido. La oportunidad de hacer dinero es demasiado grande para ignorarla.
Un país puede dar un paso atrás, pero otros ya están ocupando su lugar para aprovechar la oportunidad y cosechar las enormes recompensas: mayor crecimiento económico, más empleo, menos contaminación y costes de salud pública mucho más bajos, energía más segura y asequible.
Sería negligente por mi parte no destacar que este auge se está produciendo a velocidades muy diferentes: afluencias masivas de capital en las principales economías, que impulsan el crecimiento económico, pero muchas economías más pequeñas aún no pueden participar plenamente del auge y de sus enormes beneficios.
Ante esto, diré: hemos pasado de casi nada a 2 billones de dólares en poco más de una década, y eso que más de dos tercios de los países del mundo siguen luchando por conseguir el financiamiento necesario para adoptar medidas climáticas a gran escala.
Imaginemos que pudiéramos hacer las cosas bien en materia de financiación; para empezar, cumplir la Hoja de Ruta de Bakú a Belém de 1,3 billones, para que cada nación pueda alcanzar todo su potencial.
El auge actual podría pasar de 2 billones de dólares a muchos múltiplos de eso, y a gran velocidad.
Es una gran inversión en beneficio de ocho mil millones de ciudadanos del mundo.
Y no sólo en la reducción de la contaminación por combustibles fósiles y el cambio a las energías renovables, que acaparan la mayor parte de los flujos de financiamiento climático actual. Imaginemos el poder transformador de la adaptación desencadenado por -y sobre- cada país y cada comunidad.
Estoy aquí para decirles: no necesitamos imaginar, ya vamos en la dirección correcta. Solo tenemos que implementar, e implementar más e implementar más rápido.
Los planes climáticos nacionales -o Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, en nuestra jerga climática- son cruciales.
Ya hemos visto cómo varias economías importantes, como Brasil y el Reino Unido, entre otras, han enviado señales claras de que están intensificando la acción por el clima presentando nuevos y audaces planes de acción climática, porque va totalmente en interés de sus economías y de sus ciudadanos.
Estos planes son la base para lograr economías y sociedades más fuertes, por lo que abarcan todos los sectores de la economía y todos los gases de efecto invernadero.
Deben trabajar para los trabajadores, dar señales claras a los mercados y garantizar que el dinero fluya para construir infraestructuras limpias y resilientes. Aprovechando el poder de una energía más económica y limpia, pueden garantizar que todos los ciudadanos se beneficien.
Sólo en la India, las estimaciones sugieren que aumentar las inversiones en energías limpias en un 2% del PIB cada año durante 20 años generará un aumento neto medio de unos 13 millones de puestos de trabajo al año.
Dado que estos planes nacionales se encuentran entre los documentos políticos más importantes que los gobiernos elaborarán este siglo, su calidad debe ser de la más alta consideración.
La gran mayoría de los países han indicado que presentarán nuevos planes este año. Por las conversaciones que he mantenido, los países se están tomando esto muy en serio, lo cual no es sorprendente, dado que estos planes serán clave para determinar cuánto del boom de los 2 billones de dólares que los gobiernos podrán asegurar para sus ciudadanos y empresas.
Así que tiene sentido tomarse un poco más de tiempo para asegurarse de que estos planes sean de primera categoría, esbozando adecuadamente cómo contribuirán a este esfuerzo y, por lo tanto, qué recompensas obtendrán.
Sin embargo, a más tardar, el equipo de la Secretaría debe tener los planes sobre el escritorio en septiembre para incluirlos en el Informe de Síntesis de las NDC, que se publicará antes de la COP en Belém.
También obtendremos una mejor imagen del progreso de los países en la implementación de sus planes iniciales, a medida que continúen presentando sus Informes Bienales de Transparencia a lo largo de este año.
A finales de este año, en Brasil, el mundo decidirá qué objetivos concretos queremos utilizar para medir nuestro grado de protección frente a la espiral de impactos climáticos.
Desde el agua y la salud hasta las infraestructuras y los alimentos. Estamos estableciendo cómo juzgamos nuestros esfuerzos para garantizar que todos los ciudadanos del mundo, y los elementos básicos de la vida de los que dependemos, se mantengan fuera de peligro.
Cada dólar invertido en adaptación vale seis en pérdidas y daños evitados.
Las y los agricultores saben mejor que nadie lo que ocurre en el campo, ya que el rendimiento de los cultivos disminuye o desaparece por completo. En lugar de limitarnos a regular la agricultura, tenemos que invertir en los pequeños y medianos productores y aprender de estos expertos.
Es sólo un ejemplo de por qué los Planes Nacionales de Adaptación son tan importantes.
Para establecer de forma holística las medidas necesarias para evitar la pérdida a gran escala de vidas, propiedades e incluso del PIB.
Para aprovechar el increíble poder de la naturaleza para aportar soluciones climáticas, protegiendo y restaurando los ecosistemas de los que dependen toda la vida humana y la economía mundial.
Mientras Brasil se prepara para acoger la COP30, la selva amazónica y los Pueblos Indígenas ocupan un lugar central en la acción climática mundial. Representan tanto la urgente necesidad de protección como el poderoso papel de la naturaleza y la gestión colectiva en la construcción de un futuro sostenible.
Por supuesto, somos plenamente conscientes de que muchos países en desarrollo se enfrentan a problemas de capacidad a la hora de desarrollar sus planes climáticos, ya sean NDC o NAPs. El sistema de las Naciones Unidas está aquí para ayudar, y animo a todos los gobiernos que necesiten ayuda a que se pongan en contacto con nosotros.
En el centro de toda acción potencial, reina la cuestión de si puedes financiarla.
Y seamos claros, la financiación de la lucha contra el cambio climático no es caridad.
Es crucial para proteger las cadenas de suministro mundiales de la espiral de desastres climáticos que alimentan las presiones inflacionistas.
Es una de las muchas formas en que la acción climática se convierte cada vez más en un asunto que está en la mesa de todos. No hay más que ver el aumento de los precios de los alimentos, que tiene las huellas de las sequías, inundaciones y los incendios provocados por el clima.
La financiación de la lucha contra el cambio climático, sobre todo, salva vidas a gran escala.
Está claro que los más afectados casi siempre son quienes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad.
El IPCC nos dice que casi la mitad de la humanidad vive en zonas de alto impacto climático -todas ellas en países en desarrollo y vulnerables-, donde las personas tienen 15 veces más probabilidades de morir a causa de los impactos climáticos. Esto es una profanación de la dignidad humana, la solidaridad y la justicia. Es intolerable.
Pero no nos equivoquemos: nadie está a salvo, en ningún país ni en ninguna parte del espectro de ingresos.
Si no, que se lo pregunten al rico inversor de Los Ángeles que recurrió a las redes sociales para pedir bomberos privados para salvar su propiedad, ofreciéndose a pagar cualquier cantidad de dinero.
Su casa se quemó de todos modos.
Otro ejemplo, son las empresas que perdieron cientos de miles de millones de dólares en horas de trabajo perdidas el año pasado a causa del calor extremo. O la contaminación en las megaciudades.
El nuevo objetivo mundial de financiación de la lucha contra el cambio climático que acordamos en Bakú fue un importante paso adelante. Está claro que en un principio no cubrirá todas las necesidades.
Pero 300 mil millones de dólares es la línea de base, no la línea final.
Es esencial que fluya más financiación a los países en desarrollo, que luchan contra los colosales costes del servicio de deuda y los elevadísimos costes del capital.
Hace diez años, en París, acordamos mover el dinero. Acordamos que todos los flujos financieros debían ser coherentes con nuestros compromisos climáticos.
Reorientar el sistema financiero internacional no es tarea fácil. Pero este año nos hemos propuesto establecer, paso a paso, cómo liberar 1,3 billones de dólares bajo la Hoja de Ruta.
Lo que me interesa aquí son los aspectos prácticos: quién tiene que hacer qué, cuándo y con qué. Este año, reafirmemos nuestro compromiso común de hacerlo.
Estoy encantado de trabajar con Brasil, que bajo la presidencia de Lula ha hecho que la reforma del sistema financiero mundial y que el mayor número de personas posible se beneficien de ella, un elemento central de su diplomacia y de su presidencia del G20.
En todos los países, conseguir que todo el mundo se suba al carro -garantizando que todos tengan un acceso justo a los enormes beneficios de la acción climática- es un requisito previo para el éxito.
Al igual que las medidas firmes para garantizar que la igualdad de género y la acción climática aumenten juntas para alcanzar su plena fuerza transformadora.
Así que en 2025 es hora de que la Transición Justa pase de estar en márgenes a ser la corriente dominante.
Hace diez años, en París, todos los países se comprometieron a aplicar y acelerar la acción por el clima, reafirmando que era de interés nacional hacerlo.
En los próximos diez años, nuestro proceso se apoyará en ese impulso hacia el empoderamiento y el aumento del nivel de vida, para muchos, no sólo para unos pocos.
Las negociaciones han evolucionado con el paso del tiempo. A lo largo de mi mandato, me interesa hacerla cada vez más eficiente. Iterar y reformar cuando sea necesario.
Ninguna COP consigue todo lo que las Partes desean. Esa es la naturaleza de alcanzar acuerdos entre casi 200 países con prioridades muy diferentes, en un proceso que requiere el consenso unánime en cada palabra.
Diez años después de París, no habremos cumplido todos nuestros compromisos, pero precisamente por eso tenemos que analizar cómo estamos implicando a nuestros participantes de más alto nivel
Cómo hacemos para dejar espacio para que las y los líderes lleguen a acuerdos concretos que beneficien a sus ciudadanos y economías ahora.
Con menos discursos en los que se repiten viejas promesas ya hechas pero que no se han cumplido.
Menos endulzarse los oídos y más convicción para hacer el trabajo duro de conseguir progresos reales, un verdadero caucus de líderes, si se quiere.
Los próximos diez años serán cruciales para la formación de coaliciones, ya que los países seguirán esforzándose por estar entre los primeros para obtener los mayores beneficios.
Cuando oigo hablar de coaliciones de emprendedores que se movilizan estratégicamente entre bastidores, ya sean de la selva tropical o de salas de negociación, ya sean ciudadanos que exigen su parte equitativa de los beneficios, ya sean líderes que se mantienen firmes en sus compromisos y encuentran formas de avanzar para sus sectores, me anima la idea de que no sólo estamos aquí para quedarnos, sino para beneficiarnos de esta transición imparable.
La gran experiencia y capacidad de Brasil nos genera gran confianza en que este año se traducirá en la serie adecuada de acuerdos tangibles en todos los sectores que puedan hacernos avanzar.
Y un compromiso real para acoger los poderosos conocimientos y perspectivas de las comunidades locales y de los Pueblos Indígenas, de la sociedad civil y de los jóvenes.
Inspirado por lo que me rodea, terminaré citando un proverbio brasileño que dice: "el agua blanda en piedra dura golpea tanto que hace un agujero".
Nos hemos abierto paso, así que ahora vamos a movilizarnos y a acelerar el ritmo, para que todo el mundo nos acompañe.
Gracias.